El más antiguo fue el Alto de Torrox, que molió para moros y luego para cristianos. Cuando estalló la rebelión en 1569, el Ingenio estaba en poder de propietarios cristianos y moriscos, quemado con otro trapiche y tres molinos harineros, figura en el libro de apeo “en alberca” con paredes y sin techo. Los Melilla (moriscos) empezaron a construir el Ingenio Bajo, llamado después de San Rafael, pero la rebelión paró la construcción.
Tras el reparto de bienes moriscos, Bernardino de la Reina obtiene la cuarta parte de García de Melilla, vendiéndolo a Pedro de la Barreda, otro regidor de Vélez, que lo termina. Por asiento de venta de 1626, se conoce el dueño de los ingenios de Torrox, Algarrobo y Nerja, un tal Rodrigo de Tapia y Vargas, vecino de Sevilla.
El Ingenio Alto de Torrox, reconstruido por Juan Triviño en el s. XVII funcionó hasta mitad del XIX. En cuanto al Bajo, el día 18 agosto de 1854, su último propietario Fco. Javier de León Bendicho y Quilty, Auditor de Guerra, y miembro de la Real Academia de la Historia, se despidió de los casi cien años que lo tuvo su familia, relatando a su comprador Martín Larios Herrero, la historia del Ingenio de San Rafael, desde que lo construyeron los Melilla hasta el Conde de Cabarrús. En poder de los Larios funcionó hasta 1945, produciendo al año 22.000 quintales de azúcar. En este ingenio se dio un conato de industrialización, cuenta Ciriaco Fernández Acevedo, cura de Torrox en 1773, que Miguel de Gijón, indiano que llegó en 1764, había traído de Londres una máquina que era toda de hierro colado con guijos y platillos de acero templado, sin maderas ni clavos.